En esta escultura el dios representa una iconografía muy común del período saita, donde se trata de volver a los valores perdidos del imperio antiguo y las obras reproducen los esquemas tradicionales.
El rostro tiene las características de la iconografía del período: ojos oblicuos, boca sonriente y barba trenzada que cubre el mentón. En la parte posterior la escultura tiene un pilar dorsal, con inscripciones que especifican el nombre de la persona que ofrenda la escultura, Nespakachuti, sus títulos y el nombre de sus padres.
De esta tipología hay del período saita muchos ejemplares conocidos con pocas variaciones, como es el caso de uno procedente del complejo Giza y actualmente expuesto en el museo del Cairo. Según criterio de algunos autores, esas imágenes representan a faraones, en la forma del dios Osiris, rememorando la iconografía de la IV dinastía, que la dinastía saita asume tratando de marcar los valores del pasado.